Preocúpate!

Hay un proverbio oriental que dice:

“Si tu problema tiene solución, ¿Para qué te preocupas? Y si no la tiene, ¿para qué te preocupas?”

El verbo preocupar proviene del latín “praeoccupare”, y tiene 2 acepciones principales:

1.- Mantener fijo el pensamiento en un asunto o suceso negativo o perjudicial, que causa temor o inquietud.

2.- Ocupar antes o anticipadamente una cosa, o prevenir a uno en la adquisición de ella.

Habitualmente cuando decimos que estamos preocupados, nos referimos la mayor parte de las veces a la 1ª acepción. Es decir, estamos mentalmente enfocados en alguna cuestión que es potencialmente peligrosa en algún sentido para nosotros. Le damos mil vueltas a las posibles (¿probables?) consecuencias que esta situación esconde, llegando incluso a no poder dormir.

En cambio, “pre-ocuparse” (la 2ª acepción), sería únicamente en paso previo a ocuparnos de la situación en cuestión. Una especie de preparación mental antes de pasar a la acción.

¿Y qué ocurre cuando nos ocupamos de algo? Que tenemos un plan de acción, que tomamos decisiones, que existe la posibilidad de resolver o mejorar la situación… El diálogo interno es completamente diferente, y nuestro descanso está en el hecho de estar haciendo lo posible frente a la amenaza percibida.

Tal como lo veo, hay 2 diferencias importantes.

La primera diferencia importante es en el enfoque.

Cuando nos preocupamos, estamos centrados en el problema, y en sus consecuencias negativas (consecuencias que además suelen magnificarse en nuestra imaginación).

Cuando nos ocupamos, estamos centrados en la solución, en las posibilidades. Incluso en el caso de no tener clara una solución que nos satisfaga, nos centramos en minimizar las consecuencias.

Personalmente, ante una situación que me preocupa, suelo parar y preguntarme: “¿qué puedo hacer yo para…?”

Es mi forma de centrarme, de poner el foco en lo que está en mi mano.

La segunda diferencia está en el estado de ánimo que se genera.

Cuando nos preocupamos nos situamos en modo víctima, temerosos de cómo nos va a afectar la situación, buscamos causas (culpables) y nos instalamos en el miedo. Nuestro cuerpo produce más cortisol y adrenalina del deseable, y pasamos a una situación de estrés.

Cuando nos ocupamos estamos situados en la acción. Nos sentimos más capaces, con más energía y más positivos. La situación la vivimos más como un desafío que como una amenaza.

A veces se confunden ambos términos, y se puede llegar a catalogar la falta de preocupación como un comportamiento hasta irresponsable. A veces me han preguntado: “entonces según tú, ¿no debo preocuparme por el futuro de mis hijos?”.

Mi respuesta es: “No. Debes ocuparte del futuro de tus hijos. De hacer que está en tu mano mientras sea tu responsabilidad”.

Como líderes, debemos ocuparnos de las cosas, no preocuparnos por ellas. Es más, debemos ser capaces de decidir qué cosas merecen nuestra atención y que nos ocupemos (pre-ocupemos) de ellas, y cuales directamente obviar.

Situados en el escenario de las hipótesis, podrían pasar infinidad de cosas que nos afectasen de forma negativa, y no podemos estar pendientes de controlar todo lo que es posible (aunque improbable) que pueda ocurrir.

Michel de Montaigne dijo:

“En mi vida he sufrido terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron”.

Un apunte final: preocuparse u ocuparse no está relacionado con nuestras capacidades, habilidades, formación, experiencia… Preocuparse u ocuparse es una decisión. Una decisión que todos/as tomamos cuando tenemos que afrontar un problema.

Así que no importa los que hayas hecho hasta ahora, importa lo que harás la próxima vez que te toque decidir:

¿Te preocuparás, o te ocuparás?

2 respuestas a «Preocúpate!»

  1. Es increíble como con el lenguaje podemos cambiar una actitud. A partir de ahora, me ocuparé!!! Gracias Joan por este artículo!!!!!!!!!!!!!!!!

  2. Uf!!! Sin duda no preocuparme jaja! Mejor me ocupo de mi vida y la de los demás, disfrutando, resolviendo, avanzando. En mi caso pienso que el estar preocupada ha sido (y es a veces) mi zona de confort. Allí me puedo quejar, lamentar, a veces no moverme. Un poco rollo allí, pero a veces necesito consuelo. No obstante, vivo más tranquila, feliz, entregada a lo mío, a los míos y al servir si dejo la preocupación de lado. Gracias por este super post!!

Responder a Ana Cristina Asiain Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *